EXPEDIENTE
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RADIESTESISTAS
AL SERVICIO DE LA POLICÍA Y LA ARQUEOLOGÍA
Miguel Pedrero
La rabdomancia o radiestesia no sólo se emplea para
la búsqueda de ríos subterráneos o vetas de minerales, sino que algunos
practicantes de dicha técnica la usan para localizar a personas desaparecidas o
secuestradas por grupos terroristas, en algunas ocasiones en colaboración con
las Fuerzas de Seguridad del Estado… Otros emplean el péndulo para hallar
vestigios arqueológicos, tesoros u objetos desaparecidos. En el presente
capítulo mostramos los casos más interesantes acaecidos en España.
En varias
ocasiones tuve la oportunidad de entrevistar y compartir mesa con el
investigador arqueológico Pablo Novoa y su compañero de pesquisas José
Sanromán, ambos afincados en la ciudad de Vigo. Juntos han descubierto hasta el
momento más de 2.000 petroglifos y piedras grabadas no catalogadas por los
arqueólogos, lo que generó una enorme sorpresa en ámbitos académicos, pues todos
los estudiosos deseaban saber cuál era la técnica que empleaban para realizar
estos hallazgos. Aunque conozco su “secreto” hace bastantes años, hasta el
momento no tenía el permiso para desvelarlo, porque los protagonistas no
deseaban que se les vinculara a cuestiones paranormales.
Ahora puedo
contarlo. En realidad, José, quien no sabía absolutamente nada de arqueología
hasta que conoció a Novoa en 1992, es una persona con enormes capacidades
psíquicas. Durante toda su vida ha vivido infinidad de fenómenos paranormales,
los cuales sería demasiado prolijo de narrar. Quizá en otro momento. La
casualidad quiso que asistiera a una de las conferencias ofrecidas por Novoa en
Vigo, interesándose por cuestiones arqueológicas. Desde entonces, aplica sus
capacidades psi en este campo, llegando a descubrir petroglifos incluso tapados
por la vegetación o la tierra; algunos de los cuales han provocado que los
especialistas varíen sus concepciones sobre la historia antigua de Galicia. En
ocasiones, emplea su propio cuerpo a modo de “localizador radiestésico”, y en
otras usa un plano sobre el que pasa la mano, nunca el péndulo, localizando de
este modo la zona en la que se encuentran petroglifos, castros celtas o
monumentos megalíticos. Así me narraba José su primera experiencia “de postín”
en el campo de la arqueología psíquica:
Mi primer gran
descubrimiento fueron los petroglifos hallados por un monje del monasterio de
la localidad de Oia, en Pontevedra, a principios del siglo XX, sobre los que
publicó un artículo. En las últimas décadas infinidad de arqueólogos intentaron
ubicarlos de nuevo, pero nadie lo consiguió. El 6 de diciembre de 1992, una
extraña sensación me “obligó” a llamar
por teléfono a Pablo y decirle que esa tarde iba a encontrar los dichosos
grabados. Fui al monte de Oia en bicicleta, pues está sólo a unos cuarenta
kilómetros de mi domicilio en Vigo. “Algo” me hizo meterme por un camino de
tierra muy estrecho y, de pronto, vi un petroglifo entre la maleza. Entonces
dejé la bici, me concentré y sentí la necesidad de saltar un muro. Lo hice y
seguí de frente entre la vegetación, gire instintivamente a la izquierda, de
nuevo de frente, giré otra vez, agaché la cabeza y allí estaba otro grabado.
Así, como guiado por una fuerza invisible, localicé el resto de los
petroglifos, de unos 5.000 ó 6.000 años de antigüedad, consistentes en figuras
antropomorfas, extraños animales que parecían tener alas, etcétera.
Con el tiempo,
José perfeccionó la técnica: “Normalmente, cuando voy en el coche de Pablo por
el monte, en determinados lugares tengo la sensación imperiosa de bajarme del
automóvil; salgo corriendo, me coloco en un punto concreto y voy girando sobre
mi mismo. En el momento que siento algo especial, avanzo en línea recta y voy
cambiando de dirección según me lo indica una especie de sexto sentido, pero
siempre recto, jamás avanzo en zigzag”.
Pablo Novoa me
contó docenas de sorprendentes experiencias que pudo vivir junto a José: “En
cierta ocasión, avanzábamos en el coche por la localidad portuguesa de Argais,
cuando me mandó parar como hace habitualmente. Se bajó, anduvo unos cien metros
monte a través y encontró unos petroglifos desconocidos y muy interesantes. Fue
alucinante porque los grabados estaban bajo un manto de tierra y le pasaba por
encima una valla. ¿Cómo supo que se encontraban bajo la vegetación? A pesar de
todo, todavía me sigo sorprendiendo. En cuanto comuniqué el hallazgo, bastantes
arqueólogos lusos vinieron a verme para que los llevara al lugar”. Del mismo
modo localizó más petroglifos en otras localidades de Portugal, como Padame o
los montes de Valença do Minho.
Uno de los
hallazgos más importantes de José es el grabado de un barco de tipo
mediterráneo en Santa María de Oia (Pontevedra). “Mientras Pablo estaba sacando
calcos de unos petroglifos antropomorfos, algo me impulsó a ir a un determinado
punto del terreno, donde tuve la seguridad de que bajo mis pies había un
petroglifo muy importante”, aseguraba José. Efectivamente, allí los arqueólogos
desenterraron el famoso barco mediterráneo, acompañado de los grabados de
varios animales.
Nuestro
psíquico también ha realizado hallazgos empleando mapas topográficos. Según me
dijo, actúa del siguiente modo: “Pongo el plano sobre la mesa, cierro los ojos
y voy pasando la mano por encima, a unos veinte centímetros del papel. Cuando
noto algo, abro los ojos y luego sobre esa zona voy pasando las yemas de los
dedos, hasta que toco un punto concreto”. Novoa confirmó sus palabras: “Una vez
le di un mapa del estado venezolano de Barinas, a donde viajaba con frecuencia,
y me marcó cinco lugares concretos. Semanas después, en todos ellos descubrí
restos arqueológicos. Sorprendente”. El investigador continuó con su narración:
“También empleando un mapa encontró un castro no catalogado en Alongos (Orense)
y tres petroglifos en Antas de Ulla, en Lugo”.
“Descubrí la Nazca lusa gracias al péndulo”
A causa de los
éxitos obtenidos por José, el propio Pablo Novoa comenzó a aplicar la
radiestesia a sus investigaciones arqueológicas. De hecho, algunos de los
grabados más sorprendentes catalogados en Venezuela, fueron hallados por Novoa
gracias a su inseparable péndulo. Así me lo contaba el protagonista: “En una
zona selvática del estado de Barinas, conocida como Quebrada de los Muñecos y
ahora tomada por la guerrilla colombiana, encontré una pared repleta de
grabados, como un sol del que partían una treintena de rayos, varias caras,
espirales, etcétera. Siempre fui siguiendo los movimientos del péndulo que
sostenía en mi mano, a pesar de que tuve que atravesar una corriente de agua
que me llegaba hasta la cintura”.
También
gracias a su “artilugio radiestésico” realizó uno de los descubrimientos más
importantes de la historia arqueológica de Portugal: una veintena de figuras de
animales y rostros humanos conformados por alineamientos de monolitos, que en
algunos casos tienen más de 300 metros de largo y que sólo pueden distinguirse
desde una posición elevada. Esta “Nazca lusa” -en alusión a las gigantescas
líneas y figuras que decoran el desierto peruano de Nazca- se encuentra en las
montañas de la Serra da Peneda, pertenecientes al ayuntamiento de Melgaço.
“Gracias al famoso programa ‘Google Maps’, que te permite ver imágenes aéreas
de cualquier zona, me fijé en los sorprendentes alineamientos. Pero al llegar
al lugar estaba muy desorientado, así que tomé el péndulo y seguí la dirección
que me indicaba. De este modo conseguí ‘marcar’ sobre el terreno estas
alineaciones pétreas”. También empleando el arte de la radiestesia encontró
cientos de piedras de sílex trabajadas por el ser humano miles de años atrás,
en el embalse malagueño de La Viñuela.
Tras la pista de
secuestrados por ETA
Director del grupo de investigaciones
paranormales Hepta y uno de los radiestesistas más experimentados del mundo, el
sacerdote jesuita José María Pilón ha colaborado en bastantes ocasiones con las
Fuerzas de Seguridad del Estado en la búsqueda de individuos desaparecidos o
incluso secuestrados por grupos terroristas.
El 11 de
diciembre de 1976, la banda terrorista ETA secuestró en su despacho madrileño a
Antonio María de Oriol y Urquijo, ex ministro de Justicia y entonces presidente
del Consejo de Estado. Inmediatamente, su hermano Lucas se puso en contacto con
el sacerdote radiestesista, a quien conocía, proporcionándole varias
fotografías de Antonio María y las gafas que éste tenía sobre su mesa en el
momento del secuestro. Tras largas horas de prospección radiestésica, lo
encontró en un piso madrileño de la calle Alcalá número 378, y así se lo
comunicó a Lucas de Oriol. Poco después, Pilón fue requerido por el general
Andrés Cassinello, entonces director del servicio de inteligencia español. En
una sala del edificio de la presidencia del gobierno, el radiestesista se vio
rodeado de altos cargos del gobierno y las Fuerzas de Seguridad.
Tras las
presentaciones, tomó la palabra Cassinello: “Nos interesa mucho su método,
porque todos los datos suministrados por usted coinciden con los que nosotros
conseguimos por otros caminos. Es más, el dato de la calle Alcalá 378 era
exacto. Pero usted lo proporcionó a las tres de la madrugada y nosotros
llegamos por la mañana, cuando los terroristas ya se habían marchado”. Por fin,
el 11 de enero los terroristas liberaron a Antonio María.
Sin embargo, Pilón tendría que emplear
sus artes pocos días después en un caso de similares características… (Continúa
en “Los 20 mejores Expedientes X españoles”).
1. Pablo Novoa (derecha) descubrió docenas de
petroglifos gracias al psíquico José Sanromán (izquierda).
2. José Sanromán halló este famoso petroglifo en los
montes de Oia (Pontevedra). Muestra a un barco de tipo mediterráneo.
3. Detalle de algunos de los monolitos que
configuran los enormes geoglifos descubiertos por Pablo Novoa (Foto: Pablo
Novoa).